Incentivos al Turismo: espina clavada poco retribuyente.

Desde los años 80s la política gubernamental activó el turismo ofreciendo exoneraciones de impuestos aduanales y locales, provocando un auge que –podría decirse- todavía se mantiene con la Ley 158-01. Sin embargo, la aplicación de esta Ley, que se basa en la existencia de un Plan Estratégico para el Turismo y en una jerarquía de Polos, encuentra su mayor dilema en la inexistencia de ambos.

Este dilema se refleja en la distribución de la riqueza por provincia, con más del 85% de las exoneraciones concentradas en La Altagracia. Los demás polos quedan relegados, mientras Bávaro-Punta Cana se satura de proyectos que lentamente provocan daños en manglares, humedales y recursos acuíferos.

Los casos de manejo indecoroso de los beneficios han sido varios (vehículos y bebidas principalmente). Los efectos positivos en los pueblos cercanos parecen no superar la simple fuerza laboral básica (servicio, limpieza y actividades artesanales). Con la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio guardo más dudas sobre el verdadero sentido de dichas exoneraciones.

No obstante, estas se siguen dando sin largos cuestionamientos. Las Oficinas Públicas que participan (Turismo, Finanzas, Medio Ambiente y Cultura) apenas discuten y son favorecidos los grandes grupos (los que cuentan con grandes carteras), embobados y adormecidos entre los números y la ignorancia.
{El factor de importancia continúa residiendo en las cifras}.

A pesar de saber que la principal fuente de inversión en la República Dominicana es el Turismo (≈25%), no estoy de acuerdo con los incentivos económicos al sector turismo. Es una carnada demasiado atractiva pero poco retribuyente en la real mejoría del pueblo y del Estado.
Tulio Mateo

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