Hacia la vio-lenta violación de Juan Dolio


Litoral renovado con arena virgen, la costa playera más próxima —y popular— a la Provincia de Santo Domingo y el Distrito Nacional —pero gran parte propiedad de la Provincia San Pedro de Macorís— se encuentra enfilada a un nuevo enigma: ¿cuánto durará la vigencia de dicho auge?

Con inversiones que se proyectan triplicadas (o cuadruplicadas) a las del pasado año 2006, este año 2007 abre las puertas a un desarrollo sin límite de altura que cambia completamente el enfoque de la zona: es ahora un apéndice de la ciudad. La diferencia es la cercanía a la arena.

Este boom, permitido oficialmente por la Secretaría de Turismo con el aumento de densidades según la Resolución 01-2007 del 1 Marzo 2007 (en la que, por ejemplo, se aumenta de 125 Hab/Ha a 400 Hab/Ha en Villa del Mar), es un paso adelante en cuanto al entendimiento del desarrollo turístico para zonas específicas. Sin embargo, éstas iniciativas oficiales, que flexibilizan parámetros favoreciendo la no construcción ilegal, encuentran dificultades con las intenciones de los promotores respecto al manejo de aguas residuales. Es el manejo de las aguas residuales lo que garantiza en unos próximos años la rentabilidad de los proyectos —algunos todavía en la cabeza de propietarios y arquitectos—.

Con proyectos grandes como Metro Country Club y Guavaberry Country Club (y los construidos dentro ilegalmente) sin plantas de tratamiento, ya las aguas negras tienen años llegando al mar. La cuadruplicación de la densidad apunta aparentemente a un aumento de la contaminación y a una playa menoscabada.

La Secretaría de Turismo actúa como agente regulador, no aprobando proyectos sin tratamiento adecuado de aguas negras o conexión a una planta de tratamiento (pendiente construcción por ella misma en conjunción con la Asociación de Hoteles). No obstante, es difícil pasar por alto el instinto infractor (o ignorante) que poseen los practicantes de la construcción. El séptico-filtrante, como solución común, sigue siendo la solución común, eliminando apenas el 35% de los agentes contaminantes. Un 65% de
contaminación multiplicado miles de veces y luego llevado al mar verdaderamente asusta. Acerca la idea de un futuro Güibia, imposible de nadar.

Junto con las iniciativas tomadas, la transformación del concepto —creo— es buena. Pero esto no quita responsabilidad, más bien magnifica el deber de los promotores por defender la franja costera y, por el bien de todos, de ellos mismos y sus campos de golf, invertir en tuberías, cáncamos y aparatos que filtren el estercolero que producen, a fin de no nadar luego en ellos.
(Imagen tomada de mahoru.net)

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