Una vista a la Catedral de Puerto Príncipe


De la nada veo una iglesia destruida de fondo. Pregunto y la respuesta es “es la catedral”. Vamos, digo. Nos acercamos lentamente y me doy cuenta de la barrera que impide su acceso, tal como el Palacio Presidencial. Entramos; para mi sorpresa no revisan ni preguntan nada.
Es la Catedral de Notre Dame de Puerto Príncipe. Las ruinas simplemente están ahí, casi como las personas de la ciudad, existiendo por la inercia de la supervivencia. No queda claro su mensaje después de tanto tiempo de caída. Se renovará sobre esa base? o se demolerá para nacer de cero?
Las campanas, eso sí es obvio, no suenan más. Tampoco se sabe cuando volverán al aire. Mientras tanto la gente guarda la esperanza, sea basada en la iglesia, en el vudú, en lo que sea... Se nace, se vive, se muere.

Nota extra: después de salir de esa zona pasamos por la “Llama Eterna”, un monumento que celebra la liberación del país. Según cuentan, esa llama permaneció encendida durante los gobiernos de Duvalier... por eso ahora, dicen, ningún político debe encender esa llama, porque puede permanecer mucho tiempo en el poder… ¿y nadie quiere eso?

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