Aceras, pueblos que se creen ciudades, y un día de fútbol en KGL


Es muy simple darse cuenta de que las aceras en Kigali casi no existen. Las calles se extienden sin ellas, y la gente camina en la frontera entre asfalto y tierra roja. Es tanto así que las horas pico no son sólo para los vehículos, sino para los miles que enajenan esa frontera rojinegra. A veces me pregunto para donde van todos en un país donde el índice de desempleo es de xxx% (no data available, según el PNUD). Pero no importa: van y vuelven, con sentido o sin sentido de qué hacer. Cuando camino, por ser extranjero, probablemente se acerque uno que pida trabajo discreta o indiscretamente.

De la misma forma que las aceras dejan ver los rastros de pueblo en la capital de esta pequeña nación, la falta de amenidades para el entretenimiento es otro de los indicios de transición. Tienen: un cine “serio” con una sala, dos museos (uno de ellos sobre el genocidio, qué atracción!), una mano de restaurantes que se conocen en una semana, tres clubs nocturnos (siempre llenos de mujeres y hombres buscando lo suyo), entre otros. Estas amenidades son de acceso limitado ya que no todos pueden pagar (obvio). La proporción niños por mujer va 6:1 en estas colinas: es que no hay mucho que hacer.

El cine “serio” proyecta dos películas diarias, a las 7 y 9 de la noche. Los fines de semana agregan, en otra mini-sala, la proyección de juegos de fútbol de la Premier League de Inglaterra. Como el futbol gusta, alrededor del susodicho cine, hay una plaga de cinecitos que proyectan los mismos partidos -salas de 9 metros cuadrados con una tv de 20 pulgadas y una trulla de 30 personas.

Como un mes atrás, en cambio, se jugaba la Eliminatoria para el Mundial de Sudáfrica 2010. Le tocaba el turno a Rwanda de jugar contra Egipto, aquí mismito. Las calles que daban al estadio “Amahoro” estaban repletas. Vehículos, sí, pero más el número de personas que caminaban. Yo era uno de ellos. Caminé hasta la entrada principal sobre la frontera rojinegra. Me colé con el grupo que se coló en la fila de mujeres. Al final entramos to’, coño, y al subir las gradas número 2 vi la oscura multitud pintada de verde y amarillo. Parecía Brasil, pensé por un momento.

La entrada popular equivaldría a 80 pesos dominicanos, y muchos de los que entraron primero deben haber ahorrado por semanas. Los últimos esperaron que su empuje derribara la puerta y que la seguridad saliera huyendo. La banda marcial apenas se escuchó.

El juego fue divertido aunque Rwanda perdió 0-1. No hubo gritos ni aplausos al final. Rwanda terminó completamente fuera de la clasificación para el Mundial. La gente comenzaba a salir lenta del estadio, encarrilándose por el mismo camino que vinieron, pisando la misma frontera rojinegra que de ida. Mi rumbo, de Remera hacia Nyamirambo. En el camino pensé que, tal vez por la tristeza, se procrearían menos niños esa noche.

Comentarios

Jose dijo…
Por Dios, ké genial historia!!! Ojalá algún día se le haga a Rwanda ir a un mundial para ke su pueblo tenga un pokito más de alegría!!!
Jose dijo…
Saludos desde Costa Rica!
Tulio Mateo dijo…
Por ahora, José, Rwanda tendrá que esperar. Hay muchas noches de por medio, y la alegría tendrán que encontrarla en otras cosas.

Pero que no pierdan la esperanza de llegar, igual que Argentina nunca pierde la esperanza de ganar siempre -aunque no lo hagan.

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