Relaxed Síntesis de un viaje a Helsinki

Del Caribe a los países nórdicos la diferencia no es sólo el color de piel. El cielo veraniego no se oscurece a pesar de que las horas pasan. Es como si el cielo viviera en una sobredosis diaria de Red Bull.

Bajo ese cielo azul de veinticuatro horas existe un entramado urbano acogedor lleno de piezas humanas que se mueven bajo las reglas de la puntualidad. Es “diferente” ver como la gente se incomoda por un retado de dos minutos en el servicio de transporte público. Para ellos existe una gran diferencia entre quince y veinte minutos.


Helsinki no es comparable a las ciudades italianas en cuanto a monumentos. La Iglesia Luterana es un edificio neoclásico sin mucho que agregar. La Iglesia cavada en la piedra tampoco es una obra magistral de arquitectura (aunque sí es acogedora). El área del mercado, con el Esplanade Park, el puerto, el edificio blanco azúcar de Alvar Aalto y el Palacio Presidencia ganan un vistazo repetido porque están a dos pasos del centro.

En el Open Air Museum hay una buena colección de viviendas de madera y demás objetos relativos a la historia y geografía suomi. El castillo de Suomenlinna es parte del juego de la lista patrimonial UNESCO; sin embargo el paisaje es simpático al gusto.

Helsinki está llena de bares. Parece que en cada esquina se da la oportunidad de beber. Algunos lugares son famosos por las ofertas de happy tour y por las terrazas a cielo abierto. El karaoke es una pasión finlandesa que incluí en mi registro de “hecho”.

Helsinki, en fin, tiene vida. Entre el sinnúmero de actividades y la cercanía de las cosas es fácil enamorarse de ella si se puede habitar.
Cuando menos lo creía –mientras íbamos de camino a celebrar el Juhannus– me di cuenta que estaba en el segundo paraíso: luego de una hora y media en auto, un paisaje lagunar majestuoso que se contrapone perfectamente en belleza al paraíso llamado Santo Domingo. Al quasi-amanecer, después de una hora remando solitario en un lago, imaginé que venían del cielo a tomarme para siempre.
De regreso en Helsinki disfruté de nuevo caminar y recaminar por el área del mercado, pasar mil veces frente a la blanca Iglesia Luterana, explorar la vida nocturna y esperar el tren bajo el cielo azul de la noche… Una experiencia inolvidable.

Otras notas:
-Mucha gente tiene nombres comunes con dos letras (Liisa, Saara, Veera, Niina, Tuuli) y hace que uno parezca retrasado al repetirlos.
-Hablan finlandés, sueco e inglés. A pesar de hablar su lengua, al interrumpirles en inglés nunca piden que se les repita lo dicho.
-La seguridad de las calles se siente en todos lados.
-Defienden a Santa Claus como algo de su propiedad; no aceptan que se le vincule siquiera con el Polo Norte o Cánada. Santa Claus no usa Facebook (yo tampoco).
-Por favor, quitarse los zapatos antes de entrar a la casa.

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